27 enero 2010

La leyenda de los dragones.

Caminaba recto, con la cabeza erguida.
Se sentía seguro.
Todos los que en el pueblo ejercían su profesión necesitaban de un perro para conseguir sentirse así. Pero él no. No, Paul pensaba que él solo se valía, que no necesitaba de ningún animal para conseguir tener a su rebaño alejado de peligros.
Oía tras de sí los cencerros de sus cabras y sonrió, orgullosamente.
Se giró para observarlas y contó, instintivamente, sus animales. Acabó rápido, puesto que únicamente poseía quince; pero se llevó una desagradable sorpresa. Volvió a contarlas, y repitió el proceso hasta que se cercioró de que sólo avistaba catorce cabras.
>>No pasa nada<<, intentó tranquilizarse, >>esto suele pasar. Que no me halla ocurrido nunca antes no quiere decir que no sea nada normal<<. Se repitió esto mismo mientras agudizaba el oído, tratando de escuchar el sonido grave que producía la madera al chocar contra el metal que componía el cencerro casero fabricado por él mismo. Pero fracasó, no encontró a su animal y regresó de nuevo con el resto de su rebaño, decepcionado. Llegado a este punto no pudo contener un agudo grito que determinaba el estado de histeria en el que se encontraba. Mientras él había prestado su total atención a la cabra extraviada, se había olvidado por completo de los demás animales que estaban a su cargo. Paul no daba crédito a lo que veía: el rebaño menguaba. Otras cuantas cabras habían desaparecido, sin haber dejado huella alguna que explicase aquel extraño fenómeno. Paul se llevó las manos a la cabeza y rompió a llorar. Sin ser consciente de ello, se agachó y acarició una de sus cabras, que le respondió con un balido. Entonces percibió un ruido detrás de él. Un sonido semejante al del rugido de un león, pero sin llegar a ser tan fuerte ni penetrante como éste. Aún así no dejaba de ser imponente. Paul se giró, lentamente, temeroso de lo que podría encontrar tras de sí al hacerlo. Un enorme animal agitaba sus brazos tan rápidamente que su silueta se contorsionaba. Sus fauces quedaban exhibidas ante el titubeante pastor, que se había quedado paralizado, con la mano inmóvil sobre el pelaje de su cabra. Pudo percibir como por la quijada de aquel animal resbalaba la sangre que, según él supuso, minutos antes habría circulado por las venas y arterias de sus animales. Aquel despreciable ser que había acabado con la vida de la mitad de su rebaño se acercaba entonces a él, rápida y ágilmente, ostentando sus largas y afiladas garras. Inmediatamente Paul salió corriendo, cogiendo en brazos a la cabra que, tiempo atrás, había estado pastando, tranquilamente, en una soleada pradera, ajena a los peligros a los que había estado expuesta. Notaba que se asfixiaba. La garganta le quemaba y la carga que conllevaba el peso de la cabra hacía más dificultosa aquella carrera de la que prendía su vida. Sintió entonces como la parte trasera de su camisa se rajaba y notó como la sangre se deslizaba por su espalda. Pero no se detuvo. Continuó corriendo. Llegó un momento en el que ya no escuchaba los pesados pasos del animal tras de sí, así que se arriesgó y, parándose, se dio la vuelta y contempló, asombrado, que había desaparecido tan misteriosa y sigilosamente como lo habían hecho sus cabras. Retomó la marcha, a paso ligero, aún inseguro de que el animal hubiera abandonado del todo su persecución. Avistó entonces las primeras casas de su pueblo y comenzó a correr, ansioso de narrarles a sus amigos su experiencia. -¡Nadia¡ ¡Aacre¡ ¡Saimon¡-gritaba, desesperado, esperando a que alguien acudiese en su encuentro. -¿Qué te ha pasado?-cuestionó, nerviosa, su amiga Nadia, que salía entonces presurosa de su casa. -¿Cómo te has hecho eso?-Saimon señalaba su espalda, de la cual manaba un torrente de sangre que caía al suelo provocando un repiqueteo constante. -Me atacó-dijo Paul, depositando en la superficie la cabra y acariciando su pelaje, justo igual que había hecho antes de descubrir a aquel…animal no era la palabra adecuada, pensó, se aproximaba más monstruo, o bestia. -¿Quién?-preguntó Aacre-¿Quién podría hacer algo así? -La explicación es que no fue alguien, sino algo-sus amigos esperaron, expectantes a que Paul aclarase aquella afirmación.-Algo que movía sus extremidades tan rápidamente que no pude apreciar si se trataban de comunes brazos o alas, enormes alas. Emitía un sonido desagradable e imponente, y apareció sigiloso como un gato, igual que desapareció. Aquel animal, aquello, no importa lo que fuese, volaba. Es lo único razonable que explica esta cuestión.-Paul sabía que había llegado demasiado lejos, que aquello era puro producto de su imaginación, pero le sobrepasaba el hecho de que pudiera llegar a ser un personaje reconocido por sus hazañas. Hubo una pausa. Aacre se rascaba la barbilla, intrigado y pensativo. Nadia, por su parte, contemplaba atónita a Paul. Y Saimon escudriñaba la herida que se extendía por la espalda de éste. -¿Dices que volaba?-Saimon, dubitativo, mostró a Paul una cara de desconfianza. -Sí, eso he dicho-Paul mencionó estas palabras con una seguridad impropia a la situación en la que se encontraba, puesto que se había alejado de la verdad y dejaba que su imaginación fluyese y escapase al exterior mediante su boca-Se comió a todo mi rebaño, excepto a Lana-y señaló con un ademán de cabeza a la cabra superviviente. -¿Cómo lograste escapar, si era, pues, tan feroz como cuentas?-Nadia se había aproximado y contemplaba a Paul con cierta admiración. -Solamente corrí, y esperé a que decidiera dejar de perseguirme. Y así lo hizo, llegado un momento dejé de escucharle tras de mí. Y sólo entonces, cuando me cercioré de que sus afiladas garras estaban alejadas de mí, sólo entonces, pude permitirme cesar de correr. -Y dinos, ¿qué fue exactamente lo que os atacó, a ti y a tu rebaño?-le cuestionó Aacre.-Dices que posee alas y que es grande y sigiloso, pero también aseguras que está armado con afiladas garras. En todos los años de mi existencia no he conocido ser alguno que posea todas esas características juntas. -Porque, a pesar de su tamaño, logra esconderse en los lugares más recónditos de la Tierra, porque es un animal magnánimo, pero monstruoso al mismo tiempo. Porque es un dragón.

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