29 enero 2011

Taller de escritura 2

Vosotros, los que leéis, aún estáis entre los vivos; pero yo, el que escribe, habré entrado hace mucho en la región de las sombras… Me es difícil escribir, no solo porque la noche perdura por siempre en este lugar, sino también, por las condiciones penosas en las que me encuentro desde aquel 17 de julio de 2010.
Seguramente ese día, tú, gozabas de una espléndida tarde de verano en la playa o en la piscina, tomando algo fresquito con tu familia o amigos y pensando que todo iba perfectamente, lógicamente te equivocabas porque a las 6:50 de esa tarde no todo iba perfectamente, no para mí. Pero como en toda historia, se empieza por un principio. Así que permitidme presentarme.

Era un julio abrasador, según Matías Prats, el más caluroso de los últimos 15 años. La poca gente que se atrevía a salir a la calle no andaba, literalmente se arrastraba buscando alguna sombra en la que refugiarse durante unos minutos antes de seguir su camino. Yo, era una de esas personas que se arrastraban buscando el abrazo de una fresca sombra, ese día no era mi intención salir a la calle con la que caía, pero era el cumpleaños de mi hermano menor y cuando el pobre pidió que le sacaran la tarta, mi madre se dio cuenta de que faltaban las velas…
Así que aquí estoy yo, con 40 grados a las sombra, buscando un supermercado donde vendan las dichosas velitas.
Se ve que mi enfado conmovió a la suerte porque al final de la calle vislumbré un cartel en el que advertía del traslado de la tienda cuyo nombre era’’ Artículos de Fiesta’’ y como creo que tengo un gran sentido de la lógica supuse que era la típica tienda en la que vendían cosas para montar una fiestecita, incluidas las velas.
Me apresuré a la puerta de la tienda, rezando para que tuviera un aparato de aire acondicionado o cualquier cosa que lanzase aire frío, al abrir la puerta pensé que ese era mi día de suerte, ya que al entrar me sorprendió una bocanada de aire frío que congeló mis ideas por unos instantes, un simpático chico me dio los buenos días al entrar, como se notaba que él no venía de ahí fuera.
Me di unas vueltas por la tienda buscando las velas por todos los estantes pero no conseguía encontrarlas, así que pensé en preguntar, pero el chico no estaba en la caja, ni en los pasillos y el ambiente helado de la tienda no era normal, ya que no veía ningún aparato de aire acondicionado que pudiera producir el frío que hacia ahí dentro. No sé porque pero el miedo empezó a apoderarse de mí, cualquier ruidito me sobresaltaba y tenía tanto miedo que no quería moverme por si el ruido de mis chanclas perturbaba aquel silencio horroroso que se había asentado en la tienda. Todas las caretas, máscaras y demás objetos con forma de cara apuntaban sus ojos hacia mí, me sentía más observado que nunca, solo quería echar a correr, huir de aquel lugar perturbador, pero era incapaz de moverme. De pronto noté que una mano se posaba sobre mi hombro, produciéndome tal sobresalto que llegue a pensar que me desmallaba.
Era el chico de la caja, me miraba fijamente los ojos, con una expresión de seriedad mezclada con preocupación.
Me quede mirándolo si saber qué hacer, me agarraba muy fuerte del hombro y no tenía intención de soltarme.
-Vete de aquí, corre ahora que puedes, aún no te ha visto-dijo.
-No le comprendo, ¿Quién no me ha visto?-pregunté.
-Demasiado tarde-
El chico me soltó y me hizo señas para que me fuera. Eso fue lo que hice, salí corriendo de la tienda y cuando me disponía a correr en dirección a mi casa, me di cuenta de que no había cambiado nada. Notaba el mismo ambiente helado de la tienda fuera, pero al mirar a la gente que pasaba, las veía sudar e ir con abanicos.

Llegue a la puerta de mi casa y al meter la llave en la cerradura no entraba, llamé al timbre de casa y me madre me abrió la puerta, llevaba una ropa distinta a la que llevaba cuando salí de casa.
-Mama, no he encontrado ninguna tienda para comprar la velas- le dije, medio jadeando porque no había parado de correr desde que salí de la tienda.
-Mi hijo está muerto-
Supuse que era una broma pesada, pero en ese momento no estaba para muchas bromas, que se dijera.
-Mira mama, he andado media hora bajo un sol abrasador y he entrado en una tienda de locos en la que casi me muero de miedo, no estoy para bromas ahora, ¿vale?- le contesté, tajante.
-Vete ahora mismo de aquí, a mi hijo lo asesinaron ayer por la tarde, lárgate, antes de que te eche con mis propias manos- y me cerró la puerta en las narices.
Vale, esto no era normal, no me podía estar pasando, ¿Cómo voy a estar muerto? Si siento, veo, hablo… Tenía que volver allí, a esa horrible tienda.
Corrí por toda la calle, me recorrí todo el barrio, pregunté en casi todas las tiendas y todas me dijeron lo mismo, no sabían de la existencia de dicho establecimiento.
Me senté en el bordillo de la acera, apoyando mi espalda en una farola, cuando un coche es paró a mi lado y pude oír lo que decían en la radio.
‘’Brutal asesinato en la ciudad de valencia, un joven de 16 años ha sido hallado en el sótano de una tienda de artículos festeros. Su cadáver se ha encontrado completamente mutilado y en cuestión de horas le practicarán la autopsia para verificar las causas de su muerte, aunque, todo apunta a que su asesino le propino cortes por todo el cuerpo hasta causarle la muerte…’’
Cada vez estaba más asustado, es imposible que me hayan matado, que no me acuerde de nada, y que pueda hablar con la gente…

Bueno ahora ya sabéis un poco más lo que me pasó esa tarde, si, esa tarde en la que tú estabas con tus tres hijos y tu marido disfrutando de la playa o de la piscina.
Han pasado 26 años desde entonces y aún no se lo que me pasó, me quedé encerrado en esta especie de realidad paralela, entre la vida y la muerte, un lugar en el que no me puedo relacionar, ni ser una persona, ya que no se sabe si estoy vivo o muerto. Aquí estoy demasiado solo, por eso espero que alguien más caiga en las manos del chico de la tienda, y esa persona espero que seas tú.



16 enero 2011

De vampiros...

Una noche de verano había una gran tormenta en un pueblo de Valencia, un joven llamado Eduardo estaba solo en su casa porque sus padres se habían ido a una cena, él estaba viendo la televisión cuando hubo un corte de luz, Eduardo buscó por toda la casa una vela pero no encontró ninguna.
Eduardo tenía miedo porque el mes pasado pasó lo mismo y a la media hora de que se fuese la luz, hubo un silencio absoluto y se oyó un grito muy cerca de su casa y como esa noche por el miedo gastaron todas las velas y las pilas de las linternas no encontró ninguna vela ni linterna que funcionase.
A los diez minutos de que no hubiera luz Eduardo encontró una vela y la encendió, justo después la puerta de su casa se abrió de golpe y una figura de un hombre estaba en la puerta de la casa, Eduardo se escondió y cuando el hombre entró en la casa y le iluminó la luz vio que era un joven de unos veinticinco años alto, delgado, moreno con el pelo largo, pero el joven no era como los demás porque tenía grandes colmillos.
Eduardo salió de su escondite y el otro chico se asustó y le atacó. Destrozaron toda la casa, Eduardo se cortó todo el cuerpo, el otro chico también se cortó pero mucho menos.
Al levantarse el chico se disculpó y al instante sus heridas se curaron y Eduardo le preguntó qué era y porqué le había atacado, el otro chico le contestó que era un vampiro y que le había atacado porque se había sentido amenazado. Eduardo le preguntó por qué motivo se había sentido amenazado por un simple humano.
El vampiro le preguntó a Eduardo si se acordaba de lo ocurrido un mes antes, Eduardo le contestó que sí y se lo contó pero el vampiro le dijo que no ocurrió así, que le contó lo ocurrido en el tiempo que el se quedó dormido. El mes anterior la noche que se fue la luz a los veinticinco minutos él se durmió, su madre salió a ver el cable de luz y al salir de la casa otro vampiro mató a sus padres y cuando le estaba matando al algo lo sorprendió y lo transformó en vampiro. Veinte días después de esa noche le contó que se despertó y que no quería creer lo que había pasado así que se inventó lo que hacían sus padres y él se encerró en su casa. Por eso me he sentido amenazado y ahora quiero ayudarte a que no descubran nuestra forma de vida como vampiros.