06 febrero 2011

La última noche

Él era un chico de pelo castaño con reflejos rojizos, vestía una sudadera y unos vaqueros al igual que la mayoría de los chicos que se encontraban allí pero en cuanto le vi supe que no era como los demás. Lo observé más atentamente y me di cuenta de la preciosa piel pálida que tenía, era completamente perfecta y parecía que brillaba; tenía los ojos de un color extraño, como una mezcla de lentillas de un color muy diferente al que tenía colocadas sobre sus ojos.
Me pregunté quién habría invitado a aquel extraño chico a mi fiesta.
Mientras yo iba recibiendo a varios amigos y conocidos que iban entrando en la casa vi como el hablaba con una chica rubia a la que yo tampoco conocía y con la que, unos minutos más tarde, se dirigió hacia la puerta. Me escabullí entre la gente para seguirlos, simplemente por curiosidad, para saber quienes eran aquellos extraños y porque estaban en mi fiesta de cumpleaños cuando no les había visto en mi vida, especialmente aquel guapísimo chico.
Salí a la calle y al momento me arrepentí ya que llovía a cántaros, seguí a la pareja que ya iban a una distancia prudente para que no me descubrieran, las calles estaban desiertas, algo extraño un Sábado noche, supuse que todo el mundo había decidido refugiarse de la lluvia en tiendas, bares…De repente los dos chicos se pararon, estaban en medio de un callejón y yo me escondí en la esquina de la calle para que no me vieran, no sabía que hacía allí ni por qué les había seguido ¡ni siquiera les conocía! Así que traté de esconderme bien para no tener que dar ninguna explicación de por qué estaba allí ya que no tenía que hacerlo. Vi como el chico se inclinaba y besaba a la chica y me pregunté si ya se conocerían de antes de la fiesta, a continuación, le besó en la mejilla y después en el cuello; aquello ya no me interesaba en absoluto pero cuando empezaba a irme me di cuenta de que el chico se había detenido, empezó a andar hacia atrás cuando me percaté de que la chica había girado la cabeza quedándose mirando hacia el cielo con los ojos completamente abiertos. El chico tenía una mano alrededor de su cintura y la otra en su nuca y continuaba sin despegar sus labios del cuello de ella.
Mi corazón empezó a acelerarse y sentí que se me iba a salir del pecho cuando vi que una gota roja ensuciaba el empapado vestido blanco de la chica.
Quise correr, pero mis piernas no me obedecían y vi claramente como el chico se retiraba y que tenía los labios ligeramente rojos, recé por dentro para que la chica hiciera algún movimiento pero ésta se desplomó en cuanto el chico retiró su brazo de su cintura.
Sentí que el pánico estallaba en mí y se me escapó un grito de terror, mi corazón se detuvo cuando vi que el chico se volvió inmediatamente hacia mí. ¿Cómo podía haberme oído a aquella distancia? En aquel momento mis piernas volvieron a responder y eché a correr hacia un parque que veía a la lejanía.
Maldije aquellos preciosos zapatos altos. Es muy complicado correr con tacón cuando te tiemblan las piernas y el agua tampoco ayudaba, me los quité sin dejar de correr dejándolos tirados por mitad de la calle y no paré de correr hasta llegar al parque.
Miré a mi alrededor intentando recuperar el aliento y sin dejar de mirar hacia atrás para ver si encontraba a alguien a quien pedir ayuda.
Oí un ruido detrás de mí y ni siquiera miré antes de echar a correr de nuevo, seguí corriendo pese a que no volví a escuchar nada, no podía creerme que lo hubiera despistado, cuando empecé a olvidarme me sentí tan feliz que sentía que podía saltar de alegría pese a que la lluvia me había empapado el pelo y el vestido y sentía helados los pies al contacto con el suelo. Pero toda esa alegría se desvaneció en apenas un segundo, apenas un instante basto para comprender que aquella sería mi última noche, se desvaneció en aquel momento en el que vi mis preciosos zapatos sobre el banco que tenia frente a mí.
Ni siquiera le había despistado, él había estado jugando conmigo, me había hecho creer que tenía alguna oportunidad de escapar, y ahora ambos sabíamos que no tenía ninguna.
Cerré los ojos al asumir que aquella noche todo terminaría, unos segundos después oí una carcajada de diversión y satisfacción y sentí como unos afilados dientes se incrustaban en mi cuello y un dolor inmenso. Se me doblaron las piernas y grité hasta que pensé que mi garganta estallaría y después nada, todo se volvió negro y deje de sentir.

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